Paleotécnica

Esta fase se sitúa entre los años 1750 y 1900, período de la Revolución Industrial. La característica general fue un cambio esencial en el modo de pensar y vivir de la sociedad, ya que esta estaba dirigida a los bienes producidos y a la cuantificación de la vida. Es un período de grandes progresos, donde la mayor parte de estos cambios tiene su eje en Inglaterra. No obstante, la era paleotécnica tuvo una serie de conflictos a causa de los métodos de producción y transporte, además de la Guerra Civil norteamericana, la Franco-prusiana y los preludios de la Guerra Mundial.

Se trata de un gran desarrollo industrial que dio lugar a una alta contaminación ambiental por los residuos de las industrias. La máquina de vapor, en la que el 90% de la energía producida se perdía en radiación y solo el 10% era eficaz, fue una de las grandes innovaciones del momento, así como las fábricas de hierro que normalizaron la situación ecológica. No se tomó ningún tipo de medidas contra la instalación de industrias químicas en las ciudades, ya que lo que interesaba era el capital y la acción, por eso la contaminación atmosférica causada por la industria paleotécnica fue la primera consecuencia.

Su perspectiva de la vida se basa en el utilitarismo de tipo teológico, según el cual se creía en la actividad económica evitando cualquier intervención humana. Esta perspectiva del siglo XVIII provocaba una satisfacción ocasionada por la gran confianza en la idea del progreso, ante la cual, el ser humano se mostraba excesivamente educado y racional. Este ideal se concebía como el camino hacia un hombre más pácifico, confortable y rico, lo que afectó al mayor perfeccionamiento de las máquinas, lo cual implicaba según el autor:
1) El hecho de que la vida, su desarrollo, renovación y decadencia dan lugar a una generalización al mundo entero, como el cambio de la transformación, del movimiento y la energía;
2) El hecho social de la acumulación, basado en el incremento y conservación de las partes de la herencia social.

En ambos casos, Mumford indica que el cambio y la acumulación actúan en dos direcciones. El trabajador no era más que un recurso infravalorado a explotar durante la jornada de trabajo, y una vez terminada esta jornada se le pagaba y terminaba toda responsabilidad de patrón hacia empleado. Las clases más perjudicadas eran pobres, causando grandes diferencias de clase. Desde el punto de vista de Mumford, usar las máquinas era lo idóneo, pero la máquina se consideraba competencia para el ser humano, el trabajador o artesano no hacían uso de ellas por esta razón, aunque persistía la miseria laboral. El nuevo trabajador no podía trabajar sin máquina, y no recibía ningún incentivo de los capitalistas, lo que le mantuvo en la miseria, miedo e ignorancia.

Los empresarios de cada industria tenían el poder para imponer la disciplina: la máquina. Lo cual la situación era caótica a nivel tecnológico, ya que la máquina era cada vez más automática y autónoma, y a su vez la función del trabajador quedaba relegada a la de esta. El trabajador no tenía ningún derecho y cualquier protesta (huelga, movimientos obreros) le afectaba muy negativamente, ya que el empresario perfeccionaba más su tecnología en cuanto a la automatización. Era una época en la que el ritmo de las máquinas aumentaba y el de la salud y seguridad disminuían.

Las condiciones del trabajador era producto del deseo de ganancia de los capitalistas y esto desencadena a un tipo ideal: el ser humano económico. Los trabajadores imitaban a la máquina automática y se sacrificaban por el poder y el dinero. Fuera del sistema industrial, el ser humano económico estaba desajustado socialmente. Mumford señala que la importancia técnica y el adulterio de los alimentos favorecían también la degradación del trabajador. Acentúa que estos factores son los responsables de la calidad de vida donde el interés era comprar barato y vender caro. Por esto, el fabricante reduce los jornales, acelera los ritmos, desciende el tiempo de reposo del obrero y roba la posibilidad de que la juventud progresara en madurez, en seguridad y beneficio familiar. Por lo que según Mumford es una lucha por la existencia entre todos los trabajadores y las clases poseedoras de los medios de producción. Los trabajadores querían cambiar el sistema de libre competición de salarios y contratación que les conducía a morir de hambre si no aceptaban las condiciones impuestas por los empresarios. Fue una lucha en la que al fin los trabajadores consiguieron mejorar sus salarios, las horas de trabajo y las condiciones laborales. Además de la lucha por el poder político, las restricciones técnicas, la indiferencia y la hostilidad de la población también tuvieron lugar en este periodo. Mumford pone el foco de análisis de estos acontecimientos en la ciudad, donde se producen tales acontecimientos. Hasta el siglo XIX no hubo un equilibrio en todas las actividades de la ciudad, aunque seguía interesando la actividad económica y las necesidades humanas seguían relegadas a un último plano. Lo que importaba eran las minas, fábricas y ferrocarril. Entre 1820 y 1900 predominaba la destrucción y el desorden en las grandes ciudades debido a la minería de carbón, destacando como responsables los banqueros, las industrias y los inventores mecánicos. La base política era un estado de inseguridad consolidando un mercado abierto para la mano de obra. Así pues, los fundamentos económicos podían reducirse en la explotación de minas de carbón, producción de hierro y el uso de la energía mecánica (máquina de vapor). Se trataba de incrementar la eficacia de producción mediante la política válida que protegía los derechos y la propiedad de cada sujeto.

La industrialización incrementó el proceso de urbanización, ya que el crecimiento de la población rural influyó en los países mecanizados. Mumford atribuye el crecimiento de la población de las ciudades a:
1) La concentración en lugares carboníferos donde florecieron industrias pesadas, minería de hierro y carbón, fabricación de vidrio y construcción de las máquinas,
2) El incremento de las vías férreas con la coagulación de centros industriales, unido a una acumulación en las poblaciones de confluencia.

Las grandes capitales ayudaron a impulsar la ciudad con la fábrica y el ferrocarril que daban forma a la ciudad industrial. Para Mumford, la fábrica se convierte en el núcleo urbano quedando en otro plano inferior la religión y el arte, ya que no se consideraban útiles. Los ferrocarriles se situaron en el centro de la ciudad junto a la industria, y las viviendas ocupaban espacios sobrantes entre fábricas y estaciones de tren. Esto produjo una serie de consecuencias: ratas con peste bubónica, chinches, pulgas con el tifus, etc. La ciudad industrial dificultó conseguir una vivienda y vida dignas.

Para Mumford, la pobreza generó un ambiente con modificaciones orgánicas. Los trabajadores agrícolas evidenciaron la posibilidad de una vida mayor que los trabajadores de la ciudad industrial, creando confusión porque pasaban por alto hechos más expuestos a la enfermedad y la muerte por la ausencia de un análisis satisfactorio entre muerte, salud y enfermedad. Según Mumford, este ánalisis debía atribuirse al aumento y calidad de los alimentos mejorando las condiciones de vida y no a la mecanización de la industria.

La construcción de ciudades industriales se convertía en un problema para la calidad de vida. Esta época de conquista mecánica dejaba fuera los procesos sociales. La reforma de la ciudad industrial mejoró los hospitales y las cárceles, en el centro urbano se promovió el aire fresco, el agua pura, el espacio abierto y la luz solar. Poco a poco comenzó el culto a la limpieza después de 1970 y la nueva concepción del organismo se originó en el siglo XIX con J. Müller y Cl. Bernard quienes revivieron procesos fisiológicos y psicológicos, el cuidado del cuerpo fue una disciplina moral y estética. Los nuevos progresos avanzaban más la contaminación ambiental y a medida que el conocimiento médico era mayor, también lo eran los males. La presión del conocimiento científico mejoró las condiciones de la ciudad, aunque sólo afectó a las clases acomodadas que escaparon de la ciudad para refugiarse en otro ambiente mejor para las condiciones de salud. Gracias a la socialización descendió la tasa de mortalidad despues de 1870. Según Mumford, es una irracionalidad que refleja la indiferencia de muchas personas por la ciencia confiando plenamente en las técnicas. Pero por primera vez las mejoras estaban al alcance de casi toda la población.

Mumford afirma que el proceso que elimina a la ciudad ha tenido lugar por 1) un mayor desarrollo de la tecnología y aplicaciones de la ciencia y 2) los males del hierro y la aparición del carbón en la producción capitalista. Ambas son reacciones del desarrollo del Estado de Bienestar. Mumford comenta otra dirección, el incremento de energía y su relación con el tiempo, puesto que el uso de energía pretendía reducir el tiempo en el que se realizaba determinada cantidad de trabajo. Debido a este incremento se entró en un nuevo ritmo en la producción: el tiempo influyó en todo el mundo occidental y ahorrar tiempo significa ahorrar mano de obra. El tiempo era un artículo, ya que el dinero se transformaba en producto. El tiempo mecánico se impuso al solar, ya que la aceleración del ritmo era importante para el progreso y la industria.

Con el uso del carbón como motor de la industria y la maquinaria de hierro surge una nueva etapa en el siglo XVIII, sustituyendo a la energía hidráulica y eólica a pesar de su baja sostenibilidad. El afán de crecimiento hizo que se desatendiera la necesidad de controlar el equilibrio entre la producción y el consumo. La actividad minera condicionó la aparición de inventos que ahorraran energía humana en su explotación, y así fue como de la bomba de vapor se desarrolló la máquina de vapor, además de sus posteriores aplicaciones en la locomotora y los barcos. Partiendo de las necesidades de la minería también aparecieron la escalera mecánica y el ascensor. El hierro servía para levantar grandes puentes y constuir barcos de un tamaño nunca visto hasta entonces a medida que se iba perfeccionando la ingeniería de estas disciplinas. La manipulación del hierro alcanzó unas dimensiones de desarrollo estratosféricas debido a las eficientes características como material aplicable a la industria y a la construcción de las ciudades.

El fracaso de esta etapa fue consecuencia de un ideal de progreso descontrolado y totalmente insostenible, unido a la precarización de las condiciones laborales. Se dejó de lado el aspecto del impacto medioambiental que suponía toda esta actividad industrial a gran escala, así como del empeoramiento de la salud de toda la gente que se concentraba en las ciudades. Todas estas circunstancias desembocaron en vida desfasada y descontrolada al servicio del capital, en la cual muchas veces la muerte era el único camino de descanso para una gran masa social esclavizada mediante el miedo a perder lo poco que la industria les ofrecía.

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